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La niña al final de la fila

Dra. María Dolores Pérez Ubieta

Es saludable dejar fluir esa parte infantil que todos, tú también, tenemos dentro y que de cuando en cuando necesita salir a pasear.



“Las personas grandes me aconsejaron que dejara a un lado los dibujos de serpientes boas abiertas o cerradas y que me interesara un poco más en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática … Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas, y es agotador para los niños tener que darle siempre explicaciones”

Antoine de Saint-Exupéry

Estas semanas de “confinamiento” dan para mucho, yo me he organizado de forma que cada día cumplo un pequeño objetivo. Hoy por ejemplo, me tocó hacer la compra, que es de las cosas que menos me gusta. Así que me armé de valor y salí a la calle y digo de valor no tanto por miedo al contagio, sino por pánico a las filas del super. Tengo que decir que siendo como soy despistada e intranquila, no me gusta nada hacer fila, en eso también sigo siendo una niña. 

La gente esperando en línea me recuerda al colegio y aquel grito que nos lanzaba el profe de cuarto cuando estábamos correteando en el recreo “a formaaaaaar”, seguido de unas palmadas y el ruido inevitable de su silbato. Corríamos desenfrenados a ver quién llegaba primero a la fila y siempre había algún listo que se colaba. Esta situación me conecta un poco con aquellos días de obediencia en él cole, cuando salirse de la línea o no hacerla era una sentencia de castigo cantada.

El caso es que fui primero a un supermercado, la cola para entrar daba miedo, me asomé a la competencia donde encontré la misma historia. Terminé en la frutería, la cantidad de gente esperando para entrar era igual, así que me dije “¿qué más da?”. Solté el desespero y a leer en el móvil. Pronto se acercó una señora para explicarme que ella y otras dos más estaban antes que yo, no hay problema, ya había aceptado mi situación. Cuando estaba totalmente resignada a ser la última de la fila, una voz me dijo “psss niña, ven, entra”, no podía creerlo ¡la frutera me estaba colando al almacén!. 

Así que al final no hice fila, salí en un periquete con unos tomates magníficos entre otras cosas. “Sal por la puerta de al lado, que no te vean” me dijo la frutera. Lo disfruté, era como hacer una travesura en el colegio. Por su puesto nadie se enteró y no hubo ningún castigo por salirme de la fila, lo siento, tampoco me quedó ningún remordimiento. Aunque sí pensé en lo que suponía haber llegado a estos extremos, filas inmensas para hacer la compra, gente con miedo a que te cueles y fruterías con entrada secreta. Esta reflexión es la que crea el equilibrio entre mi niña interior y mi adulta, pero no voy a escribir sobre ella.

Lo cierto es que intentando sacar lo positivo, este encierro me hace volver a la edad escolar y no solo por esa obediencia a la autoridad que hay que respetar sí o sí, también estoy disfrutando más de las pequeñas cosas que como adulta ya no solía hacer. Es saludable dejar fluir esa parte infantil que todos, tú también, tenemos dentro y que de cuando en cuando necesita salir a pasear. 

Todos sabemos que los primeros años de nuestra vida y las experiencias que vivimos moldean gran parte de nuestra personalidad, nuestro equilibrio emocional, autoestima…Por eso, a veces al vernos en situaciones complicadas nuestro niño/a interior nos pide su espacio para ser más libres, no tener prejuicios, vivir y disfrutar del presente. Si reprimes continuamente esa parte de ti se puede entristecer o le da ansiedad, incluso ira, miedo al abandono y otras cosas que solo tú sabes cuales son. Por eso es sano hacer pequeñas travesuras, comer algo que te conecte con la infancia, volver a leer tebeos o simplemente hacer cosas que reconforten esa parte de ti. Como dijo Neruda “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”. 

Yo hoy volví a casa con la niña interior feliz.
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